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Los dos mundos de la producción ovina en Chile

DANIEL CLARO MIMICA
Ingeniero  Agrónomo, M. Agr. Sci.
daniel@goldensheep.cl

En Chile, la producción ovina hace muchos años que ha cumplido los 100 años de existencia. En su larga historia ha tenido épocas de grandes éxitos y también de penurias económicas.

La actividad se inició como una explotación, preferentemente dedicada a la producción de lana, cuando este producto tenía precios muchas veces superior a los actuales. Lenta y gradualmente la producción de carne fue reemplazando en importancia a la lana.

Durante el siglo 19 y hasta mediados del siglo 20, los predios dedicados al rubro ovino eran  de gran superficie y muchos miles de cabezas por propietario. La zona austral se caracterizaba por compañías que manejaban Estancias, con muchos cientos de miles de ovinos, incluso con propiedades tanto en Chile como en Argentina. En el resto del país también las propiedades eran grandes, con rebaños de 5.000 a 15.000 cabezas, que se mantenían en Haciendas.

En esa época se  empleó con mucho éxito el sistema extensivo de producción, basado precisamente en grandes propiedades y la utilización exclusiva de praderas naturales de baja productividad, que sustentaban entre 0,8 y 1 ovejas por hectárea.

El principal insumo tecnológico era la genética para una producción de doble propósito, inclinada hacia la producción de lana. El principal manejo sanitario era el baño antisárnico y no se utilizaban vacunas ni antiparasitarios. Tampoco se fertilizaban praderas ni se suplementaban los animales.-

La principal inversión que requerían los terrenos eran los cientos de kilómetros de cercos, los galpones de esquila y corrales. El ganado tenía un bajo costo. Se utilizaba muy poca mano de obra, con ayuda de perros ovejeros para el manejo del ganado, donde un ovejero tenía a su cargo 2 a 3 mil ovejas. La construcción de cercos y la faena de esquila se hacía por medio de contratistas, en faenas de temporada.

La clave económica del sistema productivo era enfrentar los bajos precios de los productos, particularmente el muy bajo precio de la carne, con costos muy bajos. El gasto principal era la mano de obra y fletes, pues no se empleaban insumos. Con la gran economía de escala, originada por  los grandes volúmenes de producción, el costo por kilo producido, tanto de lana como de carne, era muy bajo. Ese bajo costo por unidad, generaba un importante margen de utilidad, que multiplicado por los grandes volúmenes producidos, permitía a los propietarios ingresos y utilidades importantes, que hacían el negocio ovino muy rentable y atractivo.

En la segunda mitad del siglo 20 hubo un cambio muy importante para la producción ovina en el país. Se terminaron las grandes compañías ganaderas de la zona austral, cuyas tierras eran mayoritariamente arrendadas al fisco. Fueron subdivididas en propiedades de 4 a 5 mil hectáreas en promedio y asignadas a nuevos propietarios. En la zona central se terminaron las haciendas por el proceso de reforma agraria.

Paralelamente, después de la guerra de Corea de los años 50, donde la lana tuvo su mayor precio histórico, comenzó un rápido y constante deterioro del precio de la lana, hasta ese momento, el principal producto de la producción ovina.

Estos dos factores cambiaron totalmente el resultado económico del rubro en el país. La reducción del tamaño de las propiedades afectó en menor medida a los propietarios de la zona austral, pero fue determinante en la crisis del rubro en el resto del país, donde se reflejó en una constante disminución del inventario y de los productores dedicados al rubro.

Magallanes ha mantenido una población cercana a los 2 millones de ovinos. El resto del país, bajó de 4 millones a 1 millón en los últimos 50 años, lo que refleja claramente el impacto de la crisis.

EL PRIMER MUNDO:

Magallanes desde siempre ha sido el primer mundo de los ovinos en Chile, tanto en tamaño como en el impacto en la economía regional. También en la introducción de tecnologías;  en los resultados económicos y prosperidad de los productores.

Su mayor acierto ha sido el perfeccionamiento y mantención del sistema extensivo de producción, diseñado por las  grandes compañías que introdujeron el rubro a la región en el siglo 19.

Ese sistema productivo es el único que se adapta a las difíciles condiciones de clima y fragilidad de los suelos. Las praderas naturales son prácticamente irreemplazables en casi todo este territorio. Su reemplazo por praderas sembradas se ve restringido a sólo pequeñas superficies, que presentan mejores condiciones de suelo y precipitaciones. Su implementación se ve muy limitada por el alto costo involucrado y las relativas bajas producciones en relación a la inversión requerida.

Luego de la crisis económica  ovina de la última parte del siglo 20, se han producido cambios de importancia en Magallanes. Han aparecido empresarios que fueron ampliando sus propiedades y hoy día poseen varios miles de hectáreas, muy por sobre el promedio.

Sin embargo, el principal cambio ha sido el gradual fortalecimiento del precio de la carne de ovino, que en los años 70 había llegado al mínimo, pues una oveja valía igual que una gallina. Hoy día la carne es el principal ingreso de los productores ovinos magallánicos., quienes han prosperado notablemente con el explosivo aumento del precio de la carne ovina ocurrida hace 6 años, cuando el precio internacional duplicó su valor.

Actualmente la gran mayoría goza de un  excelente escenario económico. Gracias a sus bajos costos unitarios, gran parte del aumento del precio de la carne, ha sido utilidad neta.

Las plantas faenadoras han destinado prácticamente la totalidad de su producción a los atractivos mercados internacionales, habiendo triplicado sus exportaciones en los últimos 8 años.

Este aumento de las exportaciones no se produjo por un aumento masivo en la producción, sino por un cambio de destino de la comercialización. Anteriormente, más de la mitad de la producción de carne ovina de la zona austral se enviaba a la zona central. Hoy día este destino es casi nulo.

La gran demanda del mercado internacional y la disminuida de la zona central, produjo el cambio natural, que fue muy fácil y rápido, pues existía la infraestructura en las plantas faenadoras, con un producto de reconocido prestigio internacional.

El cambio más notorio de los últimos años  en el sistema productivo, ha sido el mayor énfasis dado a la producción de carne, con una incipiente introducción de razas especializadas en carne, para hacer cruzamientos terminales y así mejorar la calidad de los corderos. Las bases mismas del sistema productivo, que radica en praderas naturales, grandes propiedades, baja carga animal y pocos insumos, se ha mantenido, aprovechando el gran tamaño de los rebaños que manejan los propietarios, que con los nuevos precios de la carne han mejorado sustancialmente el negocio.

El futuro se ve muy promisorio, pues la producción mundial de carne ovina crece muy por debajo del aumento de la demanda y los principales países exportadores tienen copada su capacidad productiva, lo que asegura la mantención de precios atractivos.

EL OTRO MUNDO:

Muy distinta ha sido la suerte corrida hasta ahora por los productores ovinos del resto del país, que no se han adaptado al radical cambio de escenario. Mantienen básicamente el  sistema de producción extensivo, heredado de las haciendas, el que bajo la realidad de predios medianos y pequeños, es inviable.

El costo de producción, aún sin utilizar insumos tecnológicos, supera largamente el valor de la producción, cuyos ingresos no es capaz de solventar el costo de la mano de obra requerida. Su otrora producto estrella, la lana, tiene un precio tan deprimido que  apenas     solventa el costo de esquila.

Muchos miles de productores han dejado de serlo en los últimos 50 años y la situación de los actuales es muy precaria. El rubro ovino se transformó de una explotación comercial en una explotación de subsistencia. El promedio del inventario de más del 70% de los productores no supera las 10 cabezas.

Los productores pequeños son protegidos en buena medida por instituciones del Estado, mediante programas de asistencia técnica y ayuda crediticia.

Los medianos son catalogados de grandes y no tienen acceso a ningún tipo de ayuda estatal. Su dotación es de 500 a 1.000 cabezas. Apenas subsisten y están descapitalizados, sin ninguna capacidad de realizar las  inversiones necesarias para mejorar su sistema productivo.

Tampoco son los favoritos de los bancos, donde no obtienen créditos, por ser de alto riesgo y no llevar un sistema de contabilidad oficial, sino estar acogidos al sistema tributario de renta presunta.

La producción de carne se ha convertido  en su principal fuente de ingresos. Antiguamente la comercialización se realizaba, principalmente, por medio de remates en ferias de ganado, distribuidas a lo largo del país. El ganado se faenaba en los mataderos comunales y abastecían a los consumidores locales.

Muchas de esas ferias de ganado han desaparecido. Hoy día, el ganado transado en feria es insignificante, en relación al volumen total comercializado. Por necesidad, gran parte de la comercialización ha derivado, hacia ventas al detalle en los predios, porque los volúmenes producidos son cada vez más pequeños y los costos del envío a feria muy altos. La mayor parte de los mataderos comunales han desaparecido y los que faenan ganado ovino son casi la excepción, por lo que una parte importante del faenamiento es informal.

A raíz del boom internacional del precio de la carne ovina, se han establecido dos modernas plantas faenadoras de ovinos, una en Chillán y otra en Osorno, siendo una apuesta hacia el futuro del rubro.

Lamentablemente, estas plantas han tenido y tendrán muchas dificultades en  adquirir corderos para su funcionamiento. Hoy día su utilización no logra superar el 5% de su capacidad instalada, situación que de mantenerse en el tiempo, arriesga la viabilidad económica de la inversión.

El éxito de estas dos plantas faenadoras es fundamental para que el país y los productores puedan disfrutar de la bonanza internacional de la demanda de carne ovina. Sin exportación, el rubro ovino no podrá despegar, pues el eventual crecimiento del mercado local será muy lento y sólo gracias a un mejoramiento importante en la calidad del producto, que no se puede lograr sin las exigencias del mercado internacional. De allí la formación de un circulo vicioso.

En el corto plazo hay un gran cuello de botella que impide el crecimiento del rubro. Los productores venden su limitada producción al detalle en los mismos predios, a un precio un 30% superior al internacional, sin ninguna exigencia de calidad y al contado en efectivo.

Las faenadoras no pueden competir bajo esas condiciones de mercado. La calidad de los corderos es mala, porque los compradores no exigen nada mejor. Piden corderos pesados, de 40 y más kilos de peso vivo, siendo que para tener calidad, por su genética, no deberían tener más de 30 kilos. Esa calidad de corderos no sirve para  ser comercializada en supermercados ni carnicerías y mucho menos para el mercado de exportación.

Por otra parte, la producción no puede crecer en forma acelerada si no se abren nuevos mercados, principalmente internacionales. La actual forma de comercialización no permite aumentos de volumen, pues dicho mercado está cercano a su saturación.

Los productores deben comprender que su actual negocio es muy malo y que deben cambiar su estructura productiva para aumentar en forma muy importante su dotación de ganado y eficiencia productiva.

Al aumentar los volúmenes producidos a nivel predial, necesariamente dicho aumento de producción deberá canalizarse hacia las plantas faenadoras, pero con calidad de exportación. El precio deberá ajustarse a la realidad del mercado internacional.

Con el aumento del tamaño de los rebaños y particularmente de la eficiencia del sistema productivo, bajarán los costos unitarios. Sólo a manera de ejemplo, una oveja de genética moderna, permite obtener al menos 1,4 corderos por parto, con 40 y más kilos de peso vivo cada uno, sin engrasamiento y calidad exportable. La realidad actual es muy diferente, con un promedio de 0,8 corderos de  30 kilos de peso vivo por parto. La diferencia significa duplicar la producción por oveja. Esa ha sido la realidad de Nueva Zelandia, lograda en los últimos 15 años.

Afortunadamente, el panorama no es tan negro como aparece hoy. El potencial futuro puede ser muy promisorio, pero requiere un cambio total en todo el sistema productivo. La tecnología disponible y utilizada en los países líderes así lo indica. Es indispensable pasar de un sistema productivo extensivo, casi sin utilización de insumos tecnológicos, a un sistema productivo intensivo, con empleo de mucha tecnología, donde los pilares principales son praderas sembradas de alta productividad y genética de excelencia para producción  de carne.

Es una labor que requiere mucho tiempo y grandes inversiones. La apuesta no es menor, porque el potencial de exportación de carne ovina nacional supera largamente los mil millones de dólares anuales.

Las dificultades también son grandes. Quizá la más importante radica en que los productores actuales cambien su mentalidad. Las inversiones que deberán realizar los productores, también son de gran magnitud, comenzando con el mejoramiento masivo de sus praderas y el cambio total de la genética de su ganado.

Otra dificultad importante es que en la actualidad en el país hay muy pocos profesionales especializados que dominen las tecnologías requeridas por el sistema intensivo de producción. Casi toda la tecnología conocida por la gran mayoría de los profesionales dedicados hoy a la producción ovina en Chile, no es aplicable al rubro moderno.

Las universidades tampoco se han hecho cargo de este desafío tecnológico y las instituciones ligadas al quehacer científico, tampoco han perfeccionado a profesionales en las tecnologías modernas del rubro ovino, enviándolos a cursos en países de vanguardia. La justificación es muy simple, teniendo en cuenta que el rubro ovino ha tenido a lo menos 30 años de pésimas perspectivas económicas en el país. Era muy difícil imaginar algún interés en perfeccionarse en el extranjero para un rubro que no tenía futuro.

Esta dificultad se refleja en que hay muchísimas opiniones técnicas frente a los problemas reales de los productores. Cada profesional consultado da su propia opinión, la mayor parte de las veces, sin tener ninguna experiencia real en un escenario de producción intensiva, pues ni en su carrera profesional ni en sus estudios, ha tenido la oportunidad de especializarse en el tema. Esta discrepancia y variedad de respuestas ante problemas concretos, no sólo no puede solucionar los problemas, sino que además desconcierta a los productores que no saben a quien acudir.

En resumen, los productores de ovinos del territorio comprendido entre las regiones V y XI viven una pésima realidad económica, a pesar del enorme potencial que tiene el rubro. Tienen un ánimo renovado y fe en que el rubro mejorará gracias al boom mundial de la carne ovina, pero no tienen los recursos ni los conocimientos para hacerlo.

Tampoco se han agrupado para facilitar cualquier acción destinada a su ayuda. Es casi imposible que al no estar agrupados puedan tener la fuerza necesaria para enfrentar los desafíos que deben enfrentar para salir adelante.

Las inversiones realizadas por las plantas faenadoras no han podido producir utilidades y arriesgan su futuro mientras no se produzca el despegue de los productores.

Finalmente, también el Estado ha tratado de invertir en proyectos que favorezcan el rubro, pero la falta de conocimientos especializados en la materia, impide un enfoque adecuado y dichos esfuerzos no rinden frutos.

Por ello, uno de los principales desafíos es aumentar en forma muy significativa la disponibilidad de profesionales con entrenamiento en las tecnologías propias de la producción ovina intensiva.

Es de esperar, que tanto los productores como las autoridades del país, despierten a tiempo de este mal sueño que viven en la actualidad, donde se está despilfarrando una oportunidad dorada para convertir al rubro ovino en una nueva oportunidad de buenos negocios para varios miles de personas.

Situación del rubro ovino en Chile en el territorio comprendido entre las regiones V y XI

DANIEL CLARO MIMICA
Ingeniero  Agrónomo, M. Agr. Sci.
daniel@goldensheep.cl

El rubro ovino, en todo el territorio comprendido entre las regiones V y XI, ha vivido casi 50 años de un constante decaimiento, con fuertes reducciones en el número de productores y de los inventarios de ganado, como consecuencia directa de que el negocio dejó de ser rentable. La población ovina se redujo desde 4 millones de cabezas a 1 millón.

Dos son las causas principales de esta pérdida de rentabilidad. La primera y menor de ellas, fue la pérdida del valor de la lana, que era uno de sus principales ingresos. Hoy día el valor de la producción apenas cubre el costo de la esquila.

Sin embargo, la principal causa es que los productores no se adaptaron a un cambio fundamental, como lo fue la drástica reducción del tamaño de las propiedades y por ende de los rebaños de ovinos.

Hasta antes del proceso de reforma agraria, la mayor parte del inventario de ovinos pertenecía a productores de gran tamaño, cuyas haciendas mantenían entre 5.000 y 15.000 cabezas de ganado.  El sistema productivo estaba basado en la explotación extensiva, cuya principal regla es producir grandes volúmenes a bajo costo, para ganar dinero aún  con precios bajos, gracias a una importante economía de escala en el proceso productivo.

Al reducirse el tamaño de los predios y de los rebaños, los nuevos propietarios mantuvieron fielmente la tecnología productiva conocida, que había sido muy exitosa hasta ese momento. Sin embargo, esa tecnología no puede funcionar a muy pequeña escala, pues los costos generales tienen un peso demasiado alto en el costo de cada unidad producida.

En este nuevo escenario, las propiedades más grandes ahora tenían entre 500 y 1000 ovejas, mientras que aumentó en forma muy importante el número de propietarios con inventarios entre 10 y 50 cabezas. Prácticamente todo el rubro pasó, desde una economía de mercado, a una economía de subsistencia, donde los más afectados fueron los medianos y grandes productores que tenían mano de obra asalariada, cuyo costo no era cubierto con los ingresos. Ese tipo de productores fueron los primeros en abandonar el negocio, de modo que hoy día sobre el 70% del inventario está en rebaños menores a 50 cabezas.

El constante deterioro de la situación económica del rubro no motivó a los profesionales jóvenes para interesarse en una especialización en las tecnologías propias del rubro ovino y menos aún para una especialización formal en países de vanguardia como nueva Zelandia e Inglaterra.

INIA en algunos de sus Centros de Investigación mantuvo trabajos en producción ovina, probando e incluso desarrollando tecnologías modernas, propias de un sistema intensivo de producción. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos realizados y del tiempo transcurrido, estas nuevas tecnologías han tenido muy poca adaptación por parte de los productores, principalmente porque aunque crean en ellas, no las pueden incorporar por falta de financiamiento.

Los únicos productores que tienen algún grado de organización son los pequeños, gracias a la labor de INDAP, que los ha aglutinado para poder otorgar el apoyo y subsidio del Estado.

Al analizar fríamente la foto o situación actual del rubro,  vemos que el precio local que reciben los productores por sus corderos, es como mínimo  el precio  internacional, por lo que no hay ninguna posibilidad que, una mejoría en el precio de la carne ovina, mejore la situación  económica. Este es un problema sin solución con el sistema productivo extensivo empleado por todos los productores.

Si los actores principales, los productores, no cambian en forma radical su sistema productivo, la producción  ovina seguirá como un rubro de subsistencia a nivel de pequeños propietarios, mientras continúe la acción social del Estado para ayudarlos. Aquellos productores que no tienen apoyo estatal, seguirán desapareciendo, tal como lo ha hecho ya la mayoría de los que comenzaron este proceso de decaimiento y depresión del rubro.

La gran paradoja es que este triste escenario de los productores locales, que ahora están en un mundo globalizado, no concuerda en nada con el gran boom de la carne ovina en los mercados internacionales.

La demanda por carne ovina sigue creciendo, a tasas muy superiores a la oferta de los países exportadores, cuya capacidad productiva ya llegó a su techo. Por ello, los precios internacionales de la carne ovina, hace ya unos 6 años, se duplicaron y a pesar de la reciente crisis económica mundial, la baja de precios fue muy moderada y de corta duración, habiendo ya recuperado los precios vigentes antes de la crisis.

Por otra parte, al utilizar la tecnología apropiada, el escenario cambia totalmente. Los predios dedicados al rubro ovino, que por sus limitaciones de suelo y clima, tienen muy pocas otras aptitudes para cambiar de rubro, poseen un potencial insospechado, que podría convertir a Chile en uno de los 3 mayores exportadores mundiales de carne ovina, con ventas que pueden superar largamente los 1.000 millones de dólares anuales.

La clave del cambio radica en utilizar un sistema productivo intensivo, basado en  la utilización de praderas de alta productividad, que reemplacen a las actuales praderas naturales, incrementando la producción de forraje entre 5 y 10 veces.

Este proceso, en cierta medida, aún a muy pequeña escala, ha comenzado con el subsidio estatal para la recuperación de suelos degradados. Es sólo una primera etapa de un proceso, que primero debe mejorar la fertilidad de los suelos y luego introducir las especies forrajeras que lo hagan productivo.

De esa forma se puede incrementar la dotación de ovinos en  forma notable. Los secanos pueden subir desde 0,8 ovejas por hectárea a 6-8. Los suelos de riego con restricciones productivas, como los arroceros de la VII región, donde prácticamente no hay ovinos, pueden sustentar fácilmente 15 ovejas por hectárea, mientras que en la zona sur, se puede aumentar la dotación actual de 3 ovejas por hectárea hasta sobre 20.

Con el aumento de la capacidad talajera de los predios, mediante nuevas praderas, los productores ovinos pueden incrementar el tamaño de sus rebaños en la misma proporción, 5 a 10 veces, pudiendo así salir de una economía de subsistencia a una de mercado.

El otro pilar fundamental es el cambio genético. Todas las razas ovinas utilizadas  en Chile, son  muy ineficientes en la producción de carne, tanto en cantidad como en calidad.

La producción actual  de corderos es bajísima, en promedio fluctúa entre 0,8 y 1 cordero por oveja. Por su genética los corderos se engrasan a los 30 kilos de peso, fijando el límite máximo para su faenamiento, que si es sobrepasado deteriora notablemente la calidad del producto.

Con razas de buena prolificidad, se logra como mínimo 1,4 corderos por oveja al año y además gracias a su componente magro, los corderos se pueden faenar con 40 a 45 kg. de peso vivo.

Adicionalmente, las razas actuales son de madurez sexual tardía, por lo que  su primera cría sólo la producen a los dos años de edad, transcurriendo este periodo de espera sin ninguna producción rentable. Las razas precoces producen un  cordero al año de edad. Como esta categoría representa al menos el 25% del inventario este cambio se refleja en un  aumento mínimo de 25% en la producción de corderos de cada predio, sin aumento de costos.

El cambio genético permite más que duplicar la eficiencia productiva de la oveja, haciendo de esta especie la más productiva del área ganadera.

Este problema de inadecuada elección genética ya se produjo en Nueva Zelandia, que mantuvo sus razas puras tradicionales por más de 100 años. Hace 20 años el problema tocó fondo y el inventario ovino se había reducido desde 66 millones de cabezas en los años 60,  a sólo 33 millones en los años 90, debido a la desaparición de las pequeñas y medianas explotaciones, por malos resultados económicos. El promedio de productividad por oveja era de 1 cordero de 26 kilos de peso vivo por año. A pesar de su reconocida eficiencia  en  el manejo de sus praderas y ganado, el negocio ovino no era rentable, por la genética ineficiente utilizada.

En la década de los 90 comenzó el gran cambio con la introducción de nuevos genotipos para superar las falencias del ganado local.  Para mejorar la cantidad de corderos producidos, se introdujo las razas Finnish Landrace y East Friesian. Lo más importante fué como se utilizó este nuevo material. No se empleó para multiplicar esas razas en su estado puro, pues no se adaptan bien a la producción a gran escala. Se utilizaron, cruzándolas con el material local, para producir nuevas razas, denominadas “razas compuestas”.

Para mejorar la calidad del cordero y adecuarse a la demanda del mercado mundial se introdujo la raza Texel, para hacer cruzamientos terminales, donde los corderos producidos son magros y se pueden faenar con 40-45 kg de peso vivo, con  una excelente calidad de carne, sin grasa. De esa forma en menos de 20 años, a nivel promedio país, Nueva Zelandia duplicó la producción de carne de cordero por oveja. Ahora el rubro volvió a ser rentable.

¿Cómo ha repercutido el boom internacional de la carne ovina en Chile?

LO POSITIVO:

1. La bonanza económica de los productores de la región de Magallanes,  cuya estructura productiva primaria y las plantas procesadoras estaban bien organizadas. Sólo esperaban una oportunidad comercial para recuperar su hasta entonces alicaída economía. Han aprovechado muy bien la oportunidad, pues el precio de la carne ovina se ha más que duplicado y en la actualidad operan casi a plena capacidad.

2. El interés de empresas privadas que apostaron por el futuro del rubro, construyendo y poniendo en marcha dos plantas para el faenamiento y proceso de ovinos, con el objetivo de exportar su carne al gran abanico de potenciales compradores extranjeros.

Carnes Ñuble fue la pionera y está ubicada en Chillán, con una capacidad instalada de sobre 200.000 cabezas por año. Lleva unos 6 años en operación, pero ha tenido problemas de abastecimiento de corderos, pues faena menos del 20% de su capacidad instalada, a pesar de los importantes esfuerzos  realizados para obtener corderos de parte de los productores, incluso de zonas alejadas hasta 500 km de la planta.

FRIMA, del consorcio de empresas Tattersall, ubicada en Osorno, es la más reciente, con un año de operación y una capacidad instalada de 300.000 cabezas. También tiene problemas de abastecimiento de materia prima, con una utilización en su primer año cercana al 5% de su capacidad.

A las plantas les cuesta mucho comprar corderos, no porque no los haya, sino porque actualmente deben competir en condiciones de precio y forma de pago, muy inferiores al mercado detallista tradicional, al que es al que los productores están habituados y venden normalmente.

Ambas plantas están estratégicamente ubicadas en la zona Centro Sur y Sur, donde está más del 85% del potencial de producción de carne ovina en Chile. Si a largo plazo despega el rubro, será necesario construir varias nuevas plantas para el procesamiento y exportación de la producción primaria.

3. El renovado interés de los productores  y profesionales por el rubro que ven una nueva oportunidad para sus actividades.

4. El interés del Estado en invertir en Proyectos relacionados con el rubro ovino, tanto en el sector de pequeños propietarios vía INDAP, como en los medianos productores, por medio de otros mecanismos.

LOS PROBLEMAS:

Con las altas expectativas generadas, principalmente por las Plantas Faenadoras, para motivar a sus potenciales clientes, han aparecido una gran cantidad de problemas, muchos de los cuales no estaban visibles. La principal dificultad radica en que todos ellos están muy vinculados unos con otros, formando una verdadera cadena de problemas, lo que dificulta su solución ante el desafío que significa elegir por donde empezar, pues todos son urgentes e importantes y cualquiera de ellos que subsista en el tiempo, frena la solución y pone en riesgo el éxito.

Problemas Estructurales:

  1. La falta de profesionales especializados en Producción Ovina Intensiva: A pesar de que las tecnologías de la ovejería intensiva son muy conocidas en países avanzados en el rubro, tales como Nueva Zelandia, Inglaterra; Australia e Irlanda, en Chile hay muy pocos profesionales que se han perfeccionado en este tema, con cursos formales en los países lideres. La explicación de esta aparente falta de interés es muy simple. El rubro ovino ha estado en decadencia y en proceso acelerado de desaparición en los últimos 40 años, por lo que no hubo interés en estudiar algo que no se podía aplicar comercialmente.

Además, casi no existen agricultores que hayan utilizado esta modalidad de explotación, por lo que la tan importante y valorada experiencia local, es prácticamente nula.

El problema actual es que hay muchas opiniones profesionales, basadas en sus respectivas experiencias personales en producción ovina extensiva, cuyas tecnologías casi no tienen aplicación en lo que se requiere para la modernización del rubro. Estas opiniones confunden a las autoridades y a los productores, quienes no tienen como saber que consejo seguir.

Muchos productores que han seguido consejos equivocados han tenido fuertes pérdidas y han abandonado el rubro, al que ahora consideran sin futuro. La mala experiencia de los productores que han sucumbido ante problemas de tecnologías mal empleadas, frena el desarrollo, particularmente cuando por este mismo desconocimiento tecnológico no hay ejemplos exitosos a seguir.

2. La falta de organización de los productores: Los que más han avanzado en este importante factor, que es clave para poder implementar una estrategia de fomento y desarrollo del rubro, son los pequeños productores, que gracias a la acción de INDAP tienen estructurada diversas organizaciones, entre las que destaca PRODESAL, a manera de ejemplo.

Hay organizaciones recientes de medianos productores, a nivel de comunas de la zona Sur, tales como Loncoche, con una gran labor del Municipio y Villarrica, con la entusiasta conducción de productores privados. Aquí se requiere apoyar fuertemente a estas organizaciones actualmente en funciones y además implementar muchas otras nuevas.

También comienzan a funcionar, en torno a las Plantas Faenadoras, pequeñas agrupaciones de productores, utilizando el apoyo del Estado,  a través de CORFO, con el PDP o programa de proveedores. Lamentablemente, aún son muy pocas y ha sido muy difícil encantar a los productores para que ingresen a ellas.

Problemas de Comercialización:

1. Carne: Luego de la prolongada crisis económica,  originada por un mal enfoque tecnológico, la mayor parte de las explotaciones ovinas fueron paulatinamente retirándose del ámbito comercial e incorporándose a un esquema de subsistencia, donde se distinguen dos estratos.

El más numeroso es el formado por pequeños productores, cuya masa    fluctúa entre 10 y 50 cabezas, donde naturalmente no hay mano de obra remunerada y opera con el trabajo a tiempo parcial de los propietarios.

El otro grupo es de medianos productores, con dotaciones cercanas a 500 cabezas, que ocupan 1 a 2 personas como mano de obra permanente, pero también funcionan como un negocio de subsistencia.

Ambos grupos comercializan su producción de corderos, principalmente al detalle, en el mismo predio, donde se vende por cabeza a un precio fijo, que supera en casi 30% el precio internacional. El pago es en efectivo y no hay exigencias de calidad.

Con los volúmenes actuales de producción, hay mercado suficiente para este tipo de comercialización, que ya es habitual. Sólo los escasos productores de mayor tamaño no utilizan esta modalidad de comercio, pues no hay mercado local para ventas al detalle a gran escala y deben vender su producción, ya sea en las pocas ferias ganaderas que transan ovinos, o directamente a las plantas faenadoras.

Este escenario es muy complejo de revertir y contra ello deben luchar las plantas faenadoras, pues el precio que pueden ofrecer es inferior. Además deben exigir calidad. Muchas veces requieren que el productor esté incorporado al PABCO Unión Europea. Por esta razón, a pesar de los grandes esfuerzos realizados por ambas empresas, Carnes Ñuble y FRIMA, aún no logran utilizar,en el mejor de los casos, más de un 20% de su capacidad instalada, con el grave riesgo que esta situación sea insostenible en el mediano plazo, ante el alto costo financiero de mantener instalaciones muy subutilizadas.

2. Lana: El problema es aún mayor, aunque su impacto económico es de  menor importancia. Debido a que las producciones de lana son pequeñas a  nivel individual, sólo algunos cientos de kilos, el manejo de ella es muy deficiente, lo que perjudica mucho la calidad del producto.

Los productores venden sus pequeñas partidas, a un precio que fluctúa entre la tercera parte o la mitad del verdadero valor, en parte por la mala presentación y manejo; pero principalmente porque son partidas muy pequeñas que no interesan a los compradores, salvo que su utilidad en la comercialización sea muy alta.

Problemas Básicos:

Hay dos grandes líneas de problemas

1. Praderas: En este tema hay bastante experiencia y cantidad de profesionales, altamente capacitados en la materia. También en años recientes se ha contado con la ayuda del Estado, con el programa de mejoramiento de suelos degradados, que ha sido muy exitoso, pero insuficiente frente a la magnitud del problema de la baja fertilidad de los suelos, factor clave para implantar en forma exitosa nuevas praderas de alta producción.

El establecimiento de nuevas praderas por siembra, o la recuperación de praderas degradadas, más que un problema de tecnología, hoy día, es un problema de financiamiento, el que debe ser con créditos a mediano plazo, acorde con la naturaleza del negocio.

2. Ganado: Hay un consenso generalizado, sobre la urgente necesidad de aumentar, en forma muy importante, la dotación de ovinos en las áreas con alto potencial, principalmente en las zonas Sur y Centro Sur.

Se comenzó trayendo unos 30.000 ovejas desde Magallanes a la X Región, con la idea de satisfacer rápidamente, la alta demanda por vientres ovinos que despertó la instalación de la moderna planta faenadora de FRIMA.

Lamentablemente, la experiencia tuvo varios problemas, principalmente porque los vientres no se adaptaron en buena forma al ambiente de la zona sur. En primer lugar, el ganado magallánico no tiene ninguna resistencia adquirida al parasitismo gastro- intestinal, como tampoco posee inmunidad a las enfermedades clostridiales, por lo que se presentó una importante tasa de mortalidad, por no haber aplicado las medidas preventivas correspondientes.

Otro problema fue la gran susceptibilidad de la raza Corriedale a los problemas de enfermedades de la pezuña, que están presentes en todas las zonas húmedas y que significan un marcado deterioro en la condición del ganado que no tenga un grado importante de resistencia.

El ganado adulto traído, que es el descarte por edad de rebaños magallánicos, tampoco es una buena alternativa en términos comerciales, por la depreciación de su valor, que incluye el alto costo del transporte. Luego de una temporada de uso, donde su productividad es baja, por todos los problemas de adaptación, debe descartarse al haber completado su vida útil. El valor obtenido como carne, está muy lejos de recuperar el costo del animal.

La otra opción empleada fue traer corderas de 6 meses de edad, con el convencimiento que era posible obtener una cría en la primera temporada. Era imposible que se cumpliera esa promesa, porque genéticamente no es factible en la raza Corriedale, que tiene una maduración sexual tardía y sus primeros celos ocurren después de los 15 meses de edad.

Solución:

Ahora  que bajó el entusiasmo por el rubro, debido a la mala experiencia de varios productores, la demanda por vientres será menor y la mejor opción técnica y económica, es comenzar el gradual aumento del inventario ovino, utilizando las hembras locales.

Una buena opción es extender la vida útil de hembras adultas seleccionadas en los rebaños locales. Con un cuidado especial, privilegiando una nutrición excelente, en praderas de buena calidad y con suplementación oportuna, para los momentos críticos, la vida útil se puede prolongar por 2 temporadas adicionales, sin mayores costos de depreciación. La otra opción es recuperar las corderas que en un número importante van a matadero.

Problemas Tecnológicos:

El cambio requerido en la manera de trabajar de los productores, es tan  profundo, que necesariamente será lento y gradual, por mucha que sea la urgencia en realizarlo.

Implica muchas variables de orden tecnológico, sociales, biológicas, económicas y un proceso generalizado de aprendizaje de parte de todos los actores involucrados. Por eso, la velocidad de despegue será lenta, permitiendo el crecimiento y recambio genético de la masa ovina en forma gradual, para tomar velocidad luego de algunos años.  También esta menor velocidad permite la adaptación paulatina de los productores al nuevo sistema productivo y el establecimiento de nuevas praderas.

Lo más importante es tener un periodo con menos presión, que se pueda aprovechar en el perfeccionamiento de los profesionales de terreno, quienes serán los verdaderos ejecutores del cambio tecnológico.

1. Genética: Es el principal problema tecnológico pendiente y sobre el cual, por falta de experiencia local, todavía hay muchas discrepancias entre los profesionales. Ni siquiera hay consenso de que las razas utilizadas actualmente por los productores, no sirven para un sistema de producción intensiva y rentable, por sus dos principales defectos: baja prolificidad y engrasamiento de sus corderos a muy bajo peso. Esos dos defectos descalifican a cualquier oveja para cumplir, en forma eficiente, con su rol de convertir en forma rentable, el pasto en carne de cordero.

Algunos profesionales predican el uso masivo de la raza Texel, por el impactante resultado inmediato que tiene en la calidad de los corderos. Desconocen el efecto negativo que tiene en la cantidad de corderos producidos, que es el primer factor genético, que deben corregir los productores para obtener utilidades en su negocio. De hecho, la genética Texel, en los países avanzados se utiliza sólo como cruzamiento terminal, enviando a matadero todas las crías, incluso las hembras. Esta opción no es recomendable en el mediano plazo en un escenario donde se requiere aumentar los inventarios de hembras.

Otros son partidarios de la raza Dorset,  por la mayor amplitud de su ciclo sexual anual, factor que tiene muy poca aplicación en la zona sur, dada la latitud geográfica. Muchos la promueven, indicando que permite obtener 3 partos en dos años.  Desconocen las enormes dificultades de manejo y nutrición que dicho sistema productivo, tan intensivo conlleva. En  el sur, sólo se lograría con el empleo de hormonas para inducir celos, independiente de la raza empleada.

Antes de llegar al extremo de la intensificación productiva, es necesario dominar las etapas básicas, producir y criar muchos buenos mellizos, una vez al año. Tampoco tienen en cuenta el temprano engrasamiento de los corderos con genética Dorset.

Finalmente, también hay muchos partidarios de utilizar la popular raza Suffolk, cuyos ejemplares presentes en el país, lamentablemente son de muy baja prolificidad y también se engrasan al llegar a los 30 kilos de peso vivo.

La idea mayoritaria entre los profesionales es utilizar alguna raza de las antiguas, como las ya mencionadas y con cruzamientos consecutivos ir absorbiendo la genética de las hembras locales. En otras palabras, cambiar la raza local, por otra raza tradicional con mejor tipo carnicero, sin considerar el punto más importante para el productor, que son los kilos de cordero producidos por oveja al año, que no se puede obtener por esta vía.

Solución:

Es fundamental observar la exitosa experiencia de Nueva Zelandia en  esta materia del cambio racial, donde tras larga lucha de ideas, han logrado desplazar masivamente a la raza tradicional por más de 100 años, el Romney neocelandés.

Finalmente, utilizaron el concepto norteamericano de formar razas compuestas, con varios componentes, que se complementan entre sí y  además potencian el vigor híbrido, para mejorar, por la vía del  cruzamiento, en una generación, lo que con el sistema de selección tradicional demoraba 50 años.

Incorporaron a las nuevas líneas madres formadas en base a las ovejas originales locales, distintas proporciones de otros genotipos como Finnish Landrace, East Friesian etc.

En menos de 20 años, a nivel promedio país, las ovejas en Nueva Zelandia duplicaron la cantidad de kilos de cordero producidos al año.   El proceso comenzó con la apuesta del Dr. Jock Allison, a comienzo de los años 90, al introducir nuevos genotipos desde Europa y utilizarlos en cruzamientos para formar razas compuestas, cambiando los conceptos tradicionales de raza pura de los productores

Hay innumerables compuestos que se pueden formar. Lo más importante, es tener claro el concepto que encierra una raza compuesta y utilizar el material al que se pueda tener acceso. Lamentablemente, en este momento, hay muy poco material de esta naturaleza en el país y su importación es de alto costo, como también es lenta su formación y multiplicación.

Es importante indicar, que al igual que en los países líderes del rubro, pueden haber varias líneas genéticas que cumplen con los objetivos productivos: muchos corderos magros por oveja. Sin embargo, todas estas nuevas razas se basan en prácticamente los mismos fundamentos: Línea madre, donde participa la raza local, mejorada con importantes porcentajes de Finish Landrace; East Friesian y Dorset, mientras  que el Texel es parte obligada de la línea paterna. Estas combinaciones genéticas pueden ser muchas, pero sus resultados productivos son muy similares entre sí.

La vía más recomendable para hacer el cambio genético, es la utilización masiva de carneros, de los genotipos elegidos. El uso de la inseminación artificial es de difícil implementación y alto costo, particularmente en los predios medianos y pequeños. Por ello, la primera prioridad es determinar que características productivas queremos potenciar y que genotipos nos garantizan esas cualidades, para luego producir los carneros requeridos.

Una vez elegidos los genotipos más adecuados, es necesario tener un volumen importante de dicha genética, mediante el uso de Planteles Multiplicadores, asociados al Núcleo Principal.  El objetivo de esta organización es producir volúmenes importantes de carneros con la nueva genética, para su utilización masiva de la industria cárnica.

2. Sanidad: Los problemas sanitarios del rubro ovino, que ya son conocidos y bien manejados, mediante un calendario de tratamientos  preventivos, cambian totalmente, al pasar de un manejo tradicional a uno intensivo.

Esta realidad es  particularmente notoria en el caso del parasitismo gastro intestinal, donde la alta carga animal favorece la rápida reinfestación del ganado.

Lo más importante es proteger a los animales más sensibles, que son los menores de un año, evitando que el ganado adulto, que ya tiene un grado importante de inmunidad, contamine tempranamente a los corderos, a través de huevos depositados en las praderas.

En cada predio es necesario implementar sistemas de manejo animal y de praderas, que disminuyan la reinfestación del rebaño con parásitos.

También es clave evitar la natural tendencia de los productores a utilizar productos antiparasitarios, en forma demasiado frecuente y desordenada.

La rotación de los fármacos, en base a su composición química, es fundamental para disminuir la acelerada resistencia que los parásitos desarrollan frente a las principales familias de productos, situación que ya es un grave problema en otros países.

El  stress que provoca la alta concentración de ganado  en  los sistemas intensivos , hace aparecer muchas enfermedades y problemas nutricionales, que bajo un manejo extensivo, con bajas cargas animales, no se presentan. Aquí es fundamental el entrenamiento, mediante cursos de actualización, de los profesionales médico veterinarios de terreno  para que adquieran los conocimientos y la experiencia en la detección oportuna de los nuevos problemas que aparecerán. También es importante contar con experimentados  laboratorios de diagnóstico.

La estrategia del manejo sanitario en ovinos es prevenir y no curar, aplicando un calendario sanitario adecuado a la realidad del predio y manteniendo una atenta supervisión de síntomas.

3. Manejo del ganado y praderas: Existe una amplia experiencia  internacional en esta materia. También muchos aspectos del manejo intensivo de praderas, mediante el uso del cerco eléctrico y rotaciones del pastoreo, son de conocimiento común de los profesionales de terreno que atienden al sector lechero. Hay poca experiencia local en manejar altas cargas de ovejas en pastoreo rotativo, particularmente en momentos críticos, como lo es durante el periodo de pariciones. Un mal manejo en esa etapa puede causar la muerte de un elevado número de corderos, particularmente de los mellizos, por deshijamiento prematuro y abandono, muriendo de desnutrición y frío.

4. Nutrición y suplementación del ganado ovino: También en este importante aspecto del manejo animal hay poca experiencia a nivel de profesionales de terreno, pues son muy pocas las explotaciones que suplementan las ovejas en los períodos críticos. La tecnología existe, es sólo un problema de difusión.

CONCLUSIONES:

La lista de problemas tecnológicos a solucionar es mucho más larga, pero se han enumerado los principales y de mayor frecuencia.

El gran problema es como abordar en forma eficiente esta gran cadena de desafíos, no sólo de orden tecnológico, sino de todo tipo, pues están todos ligados como eslabones y la ocurrencia de alguno de ellos puede malograr un proyecto de desarrollo.

Para cambiar el futuro del rubro ovino en el territorio de las regiones V a la XI, lo más recomendable es  comenzar, en forma simultánea, con el mejoramiento de las praderas y el cambio genético de las ovejas, que son los pilares fundamentales de toda ovejería moderna y rentable.

Ambos procesos demoran algunos años en concretarse, permitiendo que la natural aparición de problemas de manejo, sea a pequeña escala y se vayan solucionando a su debido tiempo.

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